Al destino le gusta jugar con nosotros, tienes puestos sus ojos en nuestros pensamientos; por eso, cuando nos dedicamos a planificar, sucede lo que sucede. La mayor parte de las veces todo se vuelve del revés. Nada sale igual de cómo habíamos planeado, y él sonríe. Se ha salido con la suya.
Quizá quiera hacernos fuertes, templar nuestra mente entrenándonos para la lucha. Puede llegar a ser cruel, a causar sufrimiento, pero dicen que las lágrimas lavan el alma, nos hacen más compresivos ante las miserias del otro. También le encanta hacernos caer cuando empezamos a envanecernos, le gusta hacer lavados de humildad.
Por cierto, esta palabra "humildad" parece que suena a algo muy pío, y no es así. La humildad es la verdad. El humilde, no se baja, sólo reconoce lo que es real, sea unas veces malo, u otras bueno. Si yo supiera, por mis capacidades que era inteligente, pero dijera: "No, soy muy torpe, cortita, no llego", eso sería una falsa humildad, algo que encubriría las ganas de que el otro te alabe.
Bueno, eso que el destino tiene muy mala idea, que tengo ya ganas de encontrarle el talón de Aquiles para ver si le gano.
Sakkarah
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